martes, 29 de abril de 2014

Sólo los tiempos de Dios son perfectos

Capítulo I
El anhelo
Desde hace 15 años había anhelado oír esas bellas palabras, en cada cita mi corazón palpitaba ansioso, esperando ese momento en el que sus labios se abrirían para decir lo que yo más anhelaba escuchar.
Y esperaba paciente, pero ansiosa, mientras duraba la cita. Durante muchos años asistí puntualmente y cada vez pensaba
“Hoy será el día… Hoy será el día en que por fin me lo dirá…”; Más sin en cambio, sólo volvía con el corazón destrozado… ¡¡Nunca lo dijo!!
A cambio, Dios me obsequio unos brazos que me sujetan día a día, me abrazan, me sostienen, me hacen fuerte y me consuelan. Así mismo me obsequio unas pequeñas manitas, que a lo largo de estos 15 años, han sabido esperar pacientemente, y que además han crecido. Hoy son manos fuertes, que al igual que esos brazos, me sostienen.

La resignación
Pasaron varios años, y una tarde cualquiera sus labios se abrieron para decir lo que jamás quise escuchar.

¡Olvídalo… Esto no podrá ser!

Esas dolorosas palabras causaron gran estruendo en mí… Parecían una maldición... Mi mundo se derrumbó. Por un instante sentí como si me apartara de mi cuerpo, no sentía nada, sólo había un silencio en mi mente que me permitió escuchar mis pensamientos, sólo recuerdo que dije: ¡NO! Dios, por favor, que esto tan sólo sea un mal sueño. Te lo suplico Señor…
Salí de ahí, no sé cómo, en mi mente yo corría, gritaba y lloraba… me encontraba al borde de un precipicio, emocionalmente caía en un vacío. Pero mi cuerpo deambulaba por entre la gente, iba al encuentro de esos brazos y esas manitas que siempre esperaban ansiosos mi regreso. Ellos siempre tuvieron las palabras adecuadas para mí.
Ese día, en el calor de ese gran amor, llego la resignación. ¡Jamás le oiré decir lo que tanto anhelo escuchar! Me acorruqué en esos fuertes brazos y besé esas manitas que ya no eran pequeñitas.

CAPITULO II
El milagro
Años después de salir como sonámbula de aquel lugar, y de haber encontrado la paz y la resignación, Volví.

Por un instante no supe qué hacía yo ahí, pues desde hace mucho me había resignado a no escucharle decir eso… Con la resignación ya no era necesaria mi presencia en ese lugar, sin embargo, yo estaba ahí.
Él me miró, y preguntó: ¿Cómo estás? ¿Cómo te has sentido? ¿Qué cambios hay en ti?; Y tras una exploración, me miró nuevamente, fijó su mirada en la mía, esbozó una sonrisa, y me dijo esas bellas palabras que durante 15 años había querido escuchar, aquello que ya me había resignado a no escuchar: ¡FELICIDADES! (dijo con gran entusiasmo) Sra. Tania, ¡Está EMBARAZADA!

El shock
Me quedé muda no sé cuánto tiempo (a mí me pareció una eternidad) no lo podía creer, mis oídos y todo mi ser no daban crédito a tan bellas palabras. “¿Te estás burlando de mí?” le pregunté. Me respondió: No, claro que no. Es verdad, estás embarazada.

Me recosté en la cama de exploración, sentí el frío gel en mi vientre y el paso del transductor, al mismo tiempo que observaba en un monitor que estaba fijo en la pared. Ahí lo vi por primera vez, vi su pequeño cuerpecito moviéndose, así como si dijera

“Hola Mamá. Aquí estoy”; y también oí su corazón, latía tan rápido…

Lloré por primera vez en quince años. Lloré en ese consultorio. Y mi llanto era de felicidad. ¡No lo podía creer!, después de tantos años de espera… ¡Por fin había llegado!

Una gran Noticia
Después de verlo, y conocerlo, salí del consultorio. Ese consultorio que tantas veces visite a lo largo de estos quince años.

Me dirigí a casa donde ahora yo esperaba los brazos de mi esposo y las manos, no pequeñas, de mi hijo. Les dije con una gran alegría y entusiasmo: ¡Ahora somos cuatro!

¡¿Eh?!... No entendían, así que los abracé y los acaricie, tome sus manos y las lleve a mi vientre, y les dije: Nuestra familia ha crecido, ya no somos tres…. Ahora somos cuatro. Les presento al nuevo integrante de nuestra hermosa familia.

Al principio quedaron sorprendidos, igual que yo, pero en pocos segundos estallaron de felicidad.
Ahora esperamos ansiosos su llegada para poder darle esos abrazos, besos y todo este gran amor que hemos acumulado por quince años para él…

CAPITULO III
La Bienvenida
¡¡¡PRÓXIMO A ESCRIBIRSE!!!

Ésta historia no tiene desenlace, y esto tan sólo es el principio… Lo demás lo iremos escribiendo conforme pase la vida. la cual está llena de sorpresas y bendiciones, la vida misma… Es el tiempo de Dios.